Maestría

Maestría

En busca de la autenticidad.

Maestría en:

No creas en ti

No necesitas ‘creer en ti’ para avanzar. Necesitas hechos, un proceso claro y pasos tangibles que te lleven hacia donde quieres estar.


La psicología positiva ha hecho mucho daño.

Entiendo su atractivo: ojalá fuera cierto que con solo desearlo aquello que quieres se convierte en realidad. O que basta con “creer en ti” para hacer que tus sueños se materializen.

Pero, ¿qué significa “creer en ti” exactamente?. Nunca lo he acabado de entender. Para mí, significa suspender tus capacidades críticas y racionales, pensando que, por el mero hecho de existir, eres especial.

¿Sabes qué?: no necesitas creer en ti. O, al menos, no todo el tiempo. Hay algo mucho más efectivo a medio y largo plazo. Algo que funciona siempre y que no requiere que te autoconvenzas de nada.

Deja que te cuente el qué.

Necesitas algo más que fe

Creer en ti puede ser poderoso. La fe en ti mismo es, a veces, lo único que te queda. Y aunque pueda parecer que estoy contradiciéndome al decir esto, no es así.

Todo camino comienza de la misma forma: con un primer paso. Es en esos momentos cuando necesitas usar a tu favor todos los recursos disponibles.

La confianza en ti mismo puede ayudarte a arrancar, si, pero es una fuerza explosiva que tiene poco recorrido. No te llevará muy lejos.

Al introducirte en un territorio nuevo o al iniciar una etapa desafiante, tu mismo te estás dando un voto de confianza. Un voto válido y sincero, pero no eterno.

Con el tiempo, si los resultados no acompañan, te quedará una sola opción: el autoengaño.

Es decir, “creer en ti” y ya está.

Tu subconsciente no es gilipollas

Incluso cuando te autoengañas, lo sabes. Una parte de ti siempre sabe que estás construyendo algo sobre arenas movedizas.

En la soledad no hay afirmaciones suficientes que te convenzan de algo que no tiene contacto con la realidad. Puedes pasar horas frente al espejo diciéndote lo que quieres ser o cómo quieres sentirte, pero siempre aparecerá esa sensación de vacío y vergüenza ajena.

Es tu subconsciente diciéndote que, por mucha fe que tengas, no cuela. No hay avances. No existen evidencias de progreso. Y esto es maravilloso. Porque necesitas a alguien que no te diga lo que quieres escuchar.

Cuestionar tus propias habilidades no es un defecto, sino una herramienta para ajustar tu dirección y, más importante, para empezar a construir un cuerpo de trabajo real que te permita avanzar.

Confía en el proceso

Creer en ti es útil para dar el primer paso: atreverte a hacer algo —o dejar de hacerlo, tomar decisiones, enfrentar desafíos. Pero una vez que lo has hecho, necesitas algo más. Necesitas un proceso.

Y no cualquier proceso, sino tu proceso. Una metodología adaptada a ti, que te ayude a moverte del punto A (donde estás) al punto B (donde quieres estar).

Si la palabra “proceso” suena intimidante, no lo es. En realidad, se trata de algo sencillo: un listado de pasos necesarios. De hecho, solo necesitas empezar con uno. Responde esta pregunta: ¿qué puedo hacer ahora para acercarme a ese destino?.

Un proceso te pone en la dirección correcta. Y esto, obviamente, requiere que elijas un camino entre muchas opciones posibles. No tienes que acertar al 100%, solo aproximarte.

Una vez más, sal de dudas haciéndote preguntas como: ¿dónde me veo en uno, dos o tres años?, ¿cómo es mi vida?, ¿a qué dedico mi tiempo?, ¿con quién me me rodeo?.

Confiar en el proceso no es tener fe ciega. No es “creer en ti.” Es trabajar de manera consistente, un paso a la vez, y dejar que los resultados se acumulen con el tiempo.

Porque al final, son esos resultados los que te darán confianza real: la que se construye con hechos, no con afirmaciones.

No necesitas fe, necesitas evidencias

Da igual la edad que tengas: no tienes tiempo que perder. Esto no significa que tu vida deba ser un estrés continuo, pero sí que cada día que pasa es uno menos. ¿Por qué no aprovechar al máximo la experiencia humana mientras puedas?.

Si realmente quieres avanzar en aquello que te importa, si de verdad quieres implementar una nueva realidad en tu vida, necesitas basar tu progreso no en un vago sentimiento de confianza, sino en evidencias tangibles.

Información contrastada y veraz. Números. Estadísticas. Hechos.

¿Por qué? Porque los hechos no se preocupan por tus buenas intenciones o tu motivación. Son inmunes a tus estados de ánimo. Los hechos te muestran la realidad sin adornos.

A los hechos les importa una mierda tus sentimientos, y eso es precisamente lo que necesitas para progresar.

Aquí es donde entran los KPI’s (indicadores clave de desempeño). Piensa en ellos como señales de tráfico que te dicen si estás avanzando o si necesitas recalibrar.

Por ejemplo, si decides mejorar tu condición física, tu KPI podría ser la cantidad de entrenamientos semanales que realizas o el peso que levantas en el gimnasio. Si estás aprendiendo algo nuevo, como un idioma, tus KPI podrían ser las horas de práctica semanales o el número de palabras nuevas que has incorporado a tu vocabulario. Creo que captas la idea.

Lo importante no es que los indicadores sean complicados, sino que sean claros, específicos y medibles. Tienen que ser lo suficientemente simples como para decirte, sin lugar a dudas, si estás avanzando o no.

Los KPI no solo te permiten evaluar tu progreso; también te protegen del autoengaño. Si los resultados no están ahí, no puedes esconderte detrás de frases como “lo estoy intentando” o “me siento mejor.”

O avanzas, o no.

Este enfoque puede parecer frío o mecánico, pero es increíblemente liberador. Porque una vez que te basas en hechos y no en tu estado emocional, eliminas la carga de tener que “creer en ti” todo el tiempo.

Ya no necesitas fe. Ya no necesitas “creer en ti”. Ahora confías en un proceso —diseñado por ti— que te dice dónde estás y hacia dónde vas.

Implementación

  1. Define tu objetivo tangible: Identifica algo específico que quieras cambiar o lograr en tu vida. ¿Es un proyecto? ¿Un hábito? ¿Un desafío personal? Escríbelo y sé claro.
  2. Establece tus indicadores de progreso. Por ejemplo: tiempo dedicado, resultados alcanzados o frecuencia semanal. Haz que sean específicos y medibles.
  3. Diseña un proceso simple: Divide tu objetivo en pasos pequeños y alcanzables. Enfócate solo en el próximo paso inmediato.
  4. Mide y ajusta semanalmente: Evalúa tus KPI’s cada semana. Si los resultados no están ahí, ajusta tu enfoque. El progreso es acumulativo.
  5. Confía en la acción, no en la motivación: No esperes a “creer en ti” para empezar. Empieza y deja que los hechos te generen confianza.

Ver para creer

La próxima vez que te encuentres con el mismo cliché —“cree en ti”— sonríe. Sabes algo que muchos no saben: no dependes de conceptos vacíos ni de simplificaciones de la realidad.

Dependes de ti.

No puedes controlar si encontrarás exactamente lo que buscas, pero sí puedes controlar el dar un paso tras otro, cada día. Controlas el proceso, no el resultado. Y eso, por ahora, es más que suficiente.

Recuerda, creer en ti es solo el impulso inicial. Pero si quieres llegar hasta el final, necesitarás algo más: un plan de acción sencillo, racional y medible. Mide tus resultados de forma fría, ajusta cuando sea necesario, y sigue avanzando.

Es algo tan básico, tan elemental, que parece casi decepcionante. Lo entiendo: no es épico, no vende. Pero aquí está la verdad: el autoengaño puede ser emocionante, pero nunca te llevará a ninguna parte.

Así que, si te excita más fantasear con una vida que no tienes, antes de construir una que puedas sostener, hazte un favor: mírate al espejo y pregúntate cuánto tiempo más estás dispuesto a perder.

Porque al final del día, no necesitas “creer en ti.” Lo único que necesitas es actuar.

Y nadie puede hacerlo por ti.