Maestría

Maestría

En busca de la autenticidad.

Maestría en:

Autocompadecerse no merece la pena

¿Y si lo que más te impide avanzar no es el error que cometiste, sino el placer oculto de castigarte por él?. En este episodio hablo del remordimiento como refugio cómodo, del autoengaño que supone vivir atado al pasado, y de esa voz interna que no te deja en paz.


Es injusto mirar el pasado con las lentes del presente.

Lo que ahora ves con claridad, lo que ahora puedes analizar con frialdad, lo que ahora te parece un error evidente… en su momento no lo era.

Tomaste decisiones con lo que sabías. Con lo que sentías. Con la información que tenías.

Podrías decir que ahora eres más sabio, más consciente, más capaz de evaluar lo que hiciste mal. Y es cierto. Pero esa conciencia también es un arma de doble filo.

Porque cuando te das cuenta de tus errores, es fácil caer en la trampa de la autocompasión.

Es cómodo.

El remordimiento tiene algo seductor. Es casi dulce. Un refugio donde te puedes quedar a lamentarte, a revivir lo que pasó, a imaginar cómo habría sido todo si hubieras hecho las cosas de otra manera.

Es una sensación cálida, porque incluso te da validación. Cuando te castigas en voz alta, la gente intenta consolarte. No te preocupes, todos cometemos errores, no fuiste tan malo, ya pasará.

Pero esa calidez es falsa.

Porque el precio de quedarte ahí es que sigues atado al pasado. Sigues dándole vueltas a lo que ya no puedes cambiar, mientras el tiempo sigue corriendo.

El problema no es el remordimiento.

El problema es quedarte ahí.

Porque mientras sigues lamentando lo que hiciste, sigues sin hacer nada.

Ejemplo personal

Desde hace tiempo, convivo con la sensación de que he “perdido” los últimos 5 o 7 años de mi vida.

No es una sensación pasajera. Es un pensamiento recurrente, una voz en mi cabeza que me dice que podría haber hecho más, que debería haber sido más consciente, que desperdicié oportunidades que no van a volver.

Y aunque sé que en realidad no es así, aunque sé que cada etapa tiene su sentido y su aprendizaje, hay momentos en los que ese peso se hace difícil de ignorar.

Me encuentro repasando decisiones, reviviendo momentos en los que podría haber actuado diferente, en los que tuve la oportunidad de actuar y no lo hice.

Y claro, es fácil quedarse ahí.

Es fácil castigarse, autoflagelarse, decirse que si pudiera volver atrás haría todo distinto.

Pero la realidad es otra.

No puedo cambiar el pasado.

No puedo borrar lo que hice ni rehacer lo que no hice.

Lo único que puedo cambiar es el presente. Y con ello, el futuro.

Y aquí está la diferencia.

Porque esa certeza no me hunde. La uso como combustible.

Lección: Autocompadecerse no merece la pena

Porque el tiempo perdido no vuelve.

Pero el tiempo que te queda sigue ahí.

Y cada día que pasas lamentándote, es otro día perdido.

La única manera de no repetir el pasado… es dejando de vivir en él.