Maestría

Maestría

En busca de la autenticidad.

Maestría en:

El obstáculo es el camino

Has sobrevivido a todo lo que creías que no podrías. Y sin embargo, cada vez que aparece un nuevo obstáculo, tu mente vuelve a contarte la misma historia: esto es demasiado, esto no debería estar ocurriendo. Pero ¿y si ese obstáculo no fuera un error, sino una oportunidad encubierta?.


Echa la vista atrás.

Hazlo de verdad. No con nostalgia, sino con precisión.

Piensa en todo aquello por lo que sufriste.

Las noches sin dormir.

Los miedos que te carcomían por dentro.

Las escenas que tu cabeza proyectaba una y otra vez, como si anticipar el desastre fuera a protegerte de él.

Ahora sé honesto:

¿Cuántas de esas catástrofes ocurrieron realmente?.

Muy pocas.

Y sin embargo las sufriste igual.

Te rompiste por dentro por amenazas que solo existían en tu imaginación.

Te ahogaste en mares que nunca llegaron.

Pero lo olvidaste.

Y por eso sigues haciéndolo.

Ahora bien… ¿y los verdaderos desastres?.

¿Los desafíos reales?.

¿Las pérdidas, las rupturas, los golpes que sí llegaron?.

No estoy aquí para negarlos.

Ni para edulcorarlos con filosofía barata.

El dolor es real. La angustia también.

Pero hay algo más.

Una grieta.

Un corte limpio, aséptico.

Una herida que, si sabes mirarla, contiene la semilla de tu mutación.

Porque cada desafío es una posibilidad encubierta.

No siempre lo parece.

No siempre se siente así.

Pero lo es.

Y su tamaño es directamente proporcional al del obstáculo.

Cuanto más grande es el muro, más grande es la puerta que esconde.

Solo que hay una condición.

Tienes que querer verla.

Tienes que querer soltar la comodidad de sentirte víctima.

Sí, es injusto.

Sí, podrías quejarte.

Y nadie te lo reprocharía.

Pero eso no cambia lo esencial:

Es a ti a quien le ha tocado mover ficha.

Te guste o no.

Por eso empezaba pidiéndote que te acuerdes.

Porque esto no es teoría.

Ya te ha pasado.

Piensa en tus mayores crisis.

Tus mayores pérdidas.

Tus momentos más oscuros.

¿No fueron, al final, un antes y un después?

Y no por magia.

Sino porque no te quedó más remedio que transformarte.

Ahora pregúntate esto:

¿Qué ocurriría si esta vez lo hicieras con intención?